El panorama mundial
El panorama mundial en materia ambiental ha suscitado reflexiones profundas sobre el papel que desempeña la política en temas como el cambio climático y la pérdida de diversidad biológica. Esta tendencia se debe principalmente a dos hechos. El primero es la evidencia científica que se ha encargado de demostrar que, en ausencia de regulaciones ambientales, las pérdidas económicas pueden ser gigantescas y tienen efectos a largo plazo. El segundo es un cambio en el paradigma de la ciencia de la conservación, que ahora reconoce el bienestar humano como el resultado final (esperado o no) de toda estrategia de conservación de biodiversidad. Los tomadores de decisiones se convierten en actores clave en este escenario.
Evaluar no sólo la viabilidad económica y técnica de un proyecto, sino también su viabilidad ambiental y social es entonces una responsabilidad que los tomadores de decisiones tienen con los ciudadanos, comunidades locales, e incluso con las generaciones futuras.
Desde el año 1997, la construcción de un puerto marítimo en el golfo de Tribugá, comenzó a aparecer como una alternativa de expansión portuaria en el Pacífico colombiano. En el Diágnostico ambiental de alternativas para expansión portuaria de la costa del Pacífico (DAA), se analizó la viabilidad de esas alternativas: la ampliación del puerto de Buenaventura, la construcción de un puerto en Málaga o la construcción de uno en Tribugá. Desde el punto de vista técnico las tres alternativas fueron consideradas viables. En términos de impacto ambiental, la ampliación del puerto de Buenaventura fue considerada la de menor impacto y Tribugá la de mayor, por la afectación a ecosistemas sensibles y la necesidad de construir una carretera hasta el puerto.
Más tarde, en 1999 el Plan de Ordenamiento Físico Portuario y Ambiental de los litorales colombianos, clasificó La Zona del Pacífico entre la frontera con Panamá y Buenaventura (que abarca el golfo de Tribugá), como una zona con restricciones ambientales significativas. En este mismo Plan se recomendó como estrategia de expansión portuaria, la ampliación del Puerto de Buenaventura que cuenta hoy con zonas de expansión portuaria identificadas: Puerto Solo, Río Dagua y Agua Dulce.
El Conpes 3491 de 2007 (Política de Estado para el Pacífico Colombiano), concibió la Concesión Portuaria Tribugá como uno de los proyectos de modernización y expansión del sector portuario en el Pacífico. Este proyecto incluye como parte integral, la construcción de la carretera Las Animas-Nuquí. Desde ese año y a pesar de los conceptos que calificaban el Puerto de Tribugá como inviable ambientalmente, ha estado latente este proyecto como parte de la planeación que se pretende para el Pacífico colombiano.
Por otro lado, en diciembre de 2014 se declaró el Distrito Regional de Manejo Integrado (DMI) “Golfo de Tribugá – Cabo Corrientes” en el municipio de Nuquí – Departamento del Chocó. Este tratamiento territorial, está definido por el decreto 1974 de 1989 como “un espacio de la biosfera que, por razón de factores ambientales o socioeconómicos, se delimita para que dentro de los criterios del desarrollo sostenible se ordene, planifique y regule el uso y manejo de los recursos naturales renovables y las actividades económicas que allí se desarrollen”. Esto quiere decir que se establecerán normas que regulen los procesos mediante los cuales se usan los recursos naturales sin afectar las condiciones que garanticen su renovabilidad y continuidad en el aprovechamiento. En 2015 se creó un Plan de Manejo para este DMI, dentro del cual se menciona en referencia al proyecto de un puerto en el golfo de Tribugá, que “los megaproyectos amenazan de manera importante y grave la conservación marino costero en la medida que suman presiones al espacio marino. También plantean grandes retos sobre la compatibilidad entre conservación y desarrollo.”
Pero además de la contradicción de Ordenamiento Territorial que genera la construcción de un megaproyecto de puerto, con la existencia de un DMI en esta zona, este proyecto tiene múltiples implicaciones ambientales y sociales que deberían poder frenar e incluso descartar la posibilidad de un proyecto de estas magnitudes allí.
La ley 99 de 1993 declaró “el medio ambiente chocoano como área especial de reserva ecológica de Colombia, de interés mundial y como recipiente singular de la megabiodiversidad del trópico húmedo”. Esto no es gratuito, teniendo en cuenta que esta zona cuenta con fauna altamente diversificada y altos niveles de endemismo: 9000 especies de plantas de las cuales 2250 son endémicas, 200 especies de mamíferos de las cuales 60 son endémicos, 830 especies de aves (85 endémicas), 63 especies de reptiles endémicos y 210 especies de anfibios endémicos. Está clasificada como uno de los 35 hotspot del planeta (Para ser clasificado como hotspot, un lugar debe albergar más del 0,5 por ciento de las especies vegetales vasculares del mundo en calidad de endémicas y encontrarse altamente amenazado). (Sierra-Correa,2008)
La ensenada de Tribugá es considerada como una zona de amortiguamiento del Parque Nacional Utría. Este parque posee tres de los ecosistemas más amenazados en el mundo: manglar (es un ecosistema incubador y de anidación de muchas especies), arrecife de coral y bosque húmedo tropical. Además, tiene el mayor número de especies de flora, y el mayor número de endemismos entre todos los PNN ubicados en el Pacífico.
En el golfo de Tribugá existe una gran cantidad de aves migratorias, que son bioindicadores de las condiciones óptimas del ecosistema. “El impacto de megaproyectos de infraestructura vial acuática o terrestre para el Pacífico colombiano, como lo sería el Puerto de Tribugá, podría ser devastador para esas aves marinas y costeras, como lo sugieren la disminución de aves playeras en Buenaventura después de la construcción del Parque Santander y durante la adecuación del muelle turístico y la reducción de población de pelicanos advertida en Isla Palma con posteridad a las obras de construcción de la base Naval del Pacífico” (Sierra-Correa,2008)
Nuquí y Tribugá son lugares clave para la reproducción en el ciclo de vida de las tortugas carey y golfina. Sus playas son lugares de anidación de estas tortugas durante el 75% del año. Además, el 70% de la zona de manglar de Nuquí queda en Tribugá. Sus aguas adyacentes son zonas de muy alta calidad ambiental. “Intervenciones portuarias en el área, podrían en peligro de extinción el único relicto de poblaciones coralinas existente en el norte del Pacífico colombiano, así como áreas de anidamiento de tortugas, áreas de alimentación de aves marinas y costeras y áreas de congregación de ballenas, únicas en el norte del Pacífico colombiano” (Sierra-Correa,2008)
Además de la gran diversidad y riqueza de peces utilizados en pesca artesanal y deportiva, esta zona es una reconocida ruta de migración de las ballenas jorobadas que viajan con sus ballenatos y buscan las aguas de la ensenada de Utría para enseñarles a nadar, debido a las condiciones óptimas de temperatura de estas aguas.
Pero no sólo poblaciones de fauna y flora se asientan allí. Existen también en la zona, grupos indígenas como los Emberá, Katíos, Chamí, Tule, Waunana, Senu, Sia y Awa. También está ubicada en el lugar, la comunidad afro del Consejo Comunitario General del municipio de Nuquí-Los Riscales.
En un concepto técnico elaborado en 2008 por el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras José Benito Vives de Andréis (INVEMAR), el desarrollo portuario en Tribugá se califica como inviable, y se recomienda realizar la expansión portuaria del Pacífico, a través de la ampliación del Puerto de Buenaventura, que ya cuenta con desarrollo de vías y proyectos encaminados a sostenerlo, y con quien se tiene una deuda histórica por las dificultades sociales que ha traído el puerto y el abandono estatal al que está sometido Buenaventura, aun siendo uno de los puertos más importantes del país.
Finalmente, la construcción de un puerto de esta envergadura en un lugar como el golfo de Tribugá del cual ya se describieron características físicas y biológicas, representa un retroceso en el cumplimiento de los ODS y del convenio de diversidad biológica ratificado por Colombia mediante la Ley 65 de 1994. Además de esto, la posible degradación del ecosistema de manglar y arrecife coralino que conllevaría la construcción y utilización del puerto, serían efectos contrarios a los objetivos que se han planteado en el PND, sobre la disminución de los riesgos del cambio climático, pues estos dos ecosistemas son vitales para
menguar los posibles daños de fenómenos naturales y para evitar la erosión costera.
Con estas claridades es necesario entonces preguntarse si la eventual construcción del Puerto de Tribugá generaría en realidad desarrollo económico y social para la región o si, por el contrario, terminaría perjudicando a las poblaciones humanas dependientes de todos los recursos mencionados. Además, es difícil calcular en un lugar con tanta diversidad y riqueza de fauna y flora, cuáles serían las pérdidas económicas futuras por la disminución o desaparición de sus poblaciones. ¿Vale la pena tomar ese riesgo aun cuando existe la alternativa de expansión portuaria en Buenaventura?